lunes, 1 de enero de 2018

Escapade (Ad Astra Per Aspera)


Respiro. Cojo aire.

Tres días en la plaza del santo suplicio.
Supero la regla de juego, impuesta.
Paso a otro nivel y así me marcho, solo
un conductor nocturno más.

Arranco. No acometeré otras tentativas,
pienso, mientras abro distancia.
No voy a repetir silenciosas nuevas visitas,
ni más notas, sobre el café bohemio.

Cantaré en la perdida, sobre el apego
a los amigos que ahora se alejan.
Reiniciaré lazos con mi anterior vida.
No a las lagrimas extraviadas.

Romperé la separación de dos mundos,
no sobrevolaré mucho la añoranza.
Retomaré la pequeña conversación, y
algo más importante: la rutina.

Escapo de cualquier sitio civilizado,
por la carretera inhospita, agreste.
Huyo de la reiteración y del castigo.
Busco el milagro de un refugio.

Allí hablaré sobre verdades divididas.
Bizarras y a su vez valientes.
Mi cabeza bailará sobre arquitectura,
sin ninguna música encendida.

Descubriré como salir de este exilio.
Exterior e interior: de mí mismo.
Litoral, la brisa golpea cristales. Freno.
Paro y apago el motor y las luces.

A contratiempo veo una surreal ventana.
Inmaterial y seductora. Donde
el progreso es la recuperación de la libertad,
sobre un espacio, de nuevo, abierto.

Cierro la puerta. Ando en la noche tenebre.
Solo en la playa, mirando. Ad astra.
Trazando quizás un camino. Per aspera.
Tendido sobre la arena. Y duermo.

Otra vez. Suspiro.

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