martes, 5 de diciembre de 2017

Walkaway (from certain death)


La vida se nos deriva a días
por caminos de sombra,
a noches que nos hielan.

En esas ocasiones, paseamos.
En la oscuridad, al modo
de una pintura neblinosa.

Las sendas se vuelven rocosas,
angostas, tristes y cenagosas.
Los campos ceden su firmeza.

El barro estuvo siempre ahí,
a nuestros pies, pero antes,
no lo vimos. Ahora hay vertigo.

Sabemos que no podemos
dar la vuelta, y solo hay sino
avanzar. Hasta el destino.

Surgen encuentros indeseados,
figuras como amenazas,
difusos intrusos y voces.

Que nos tientan, sí.
Que nos suplican, las más.
Que nos lamentan, las menos,

Nos aferramos a toparnos
con postes y muros de luz
solida, que nos sirvan y guíen.

Iluminen nuestra confusion.
Mas solo hay rumor de cañas
y de pisadas. Nada más a oír.

Nos acordamos, si bien
tarde únicamente ahora, de
nuestras propias Cassandras.

A las que no dimos crédito.
Al pasado que sacrificamos.
Al tiempo que pasó sin emplear.

La opresión rige el pensamiento.
El miedo ofusca las sensaciones.
Una gran luna roja nos busca.

Cuando todo se halla perdido,
una stella maris se manifiesta.
Nos salva de esa tempestad.

Nos hace atisbar la esperanza,
solo ese momento de suficiencia
visualizamos nuestra grandeza.

Cuando todo estaba perdido,
sacrificamos el malestar,
cantamos, peleamos y vencemos.

Y por suerte, solemos retomar
otra senda menos tenebre.
Nos sentimos de nuevo a salvo.

Retornamos al camino a casa.
Al hogar. Se hace el día, damos
gracias por la nueva mañana.

Para que la umbría cese,
pues su repetición sería letal.
Su repetición sin duda, es letal.

Volvemos a recordar otra vez.
Que las sonrisas nos hacen leves.
y que las memorias, nos elevan.

No rondes al filo de la muerte.
Esquiva la certitud de su abrazo.
Hasta que llegue por fin tu hora.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Isla Tulipa


Esta isla no es una isla. Al tiempo,
la impregnan, una sensación lacustre
y otra bahiana. Empedrada, de sabor
amargo, y al fin dulce: caliza y vitrea.

La lúcidez tenue de las personas,
resulta aquí transgredida, imbuida
en sus trayectos volubles y sinuosos,
de una confusión deseada, críptica.

Bajo esa sugestión sentiente, sí.
Sólo sometida al secreto del tracto
de su río, funciona virtuosa, una
cuasi transparente transformación.

Cada cual escoge sobre esta señal,
su personal heterónimo para seguir,
subtérraneo, no hay duda, pero noble,
subiendo cada día su propia colina.

Mas hay quién se convierte aún,
en arquitecto de mayor infección
a su espíritu, y elige multiplicidad
de signos y enigmas para si mismo.

Moverse en preferencia nómada, mas
no sumisa, sino encinta de novedad,
paseante y flexible, fue mi opción sin
prejuicios, rondadora permanente.

Descorazonador encanto deslavazado,
orillado de evasiones, connatural,
que, cuando no taciturno, transgresor,
dio pie a una vida nueva. Estética.

En el horizonte, ahora un sol errante,
honra al oriente, capitán en pacífica
busqueda de lo sagrado e infinito.
Con sentido sensual, pletórico. Indeleble.

Iluminada, la razón derriba diques,
abraza al misterio, testifica los besos
de balsas de ideas a las tierras escritas.
Surge, cómplice, un privilegio: la verdad.

Mimetizo, al fin la singularidad inmensa,
azur y salina que se enfrenta a la sombra
del cenizo olivo en el que apoyo mis manos
en extrañas, solicitantes, posiciones.

Surge una marcial marcha de inhibiciones
en esta ciudad heroica al final de la costa.
Que opera usual en mis maneras, el rol
de una clarividente claraboya. Isla tulipa.


sábado, 16 de septiembre de 2017

Profundidad nueve (Les Atalants)


Nueve sombras atlantes,
sumergidas en busqueda
de sus amores perdidos.

Flanquean en infinitud
su destino ignoto, cientos,
miles de automatas rotos.

El sol presta sin matices
su gran figura de fondo a
la afanosa prospección.

Sólo una canción rescata
a un único buceador, que
escucha su corto estribillo.

De letrilla corta, certera
sencilla, y a la vez sentida,
con efecto sobrecogedor:

¿Por qué crees que hallarás
en estos fondos, amigo,
lejos de las espejadas

cristalinas superficies,
lo que tan cerca se halla
siempre del corazón?

domingo, 10 de septiembre de 2017

Transmisión (M. Irma Vep)


El transcurso tan largo de los años,
me ha enseñado enormes lecciones
para definir mi propia naturaleza humana.

Tan generosa, como autosatisfactoria,
tan nómada, como atada a sus raíces,
tan fiera, como delicada con su progenie.

Sin embargo, el mayor logro de mi especie
para mí no está en el caracter, ni es material.
Se encuentra en algo mucho más básico.

He disfutado de muchas vidas en ésta,
y me he convencido de que lo único
que me sobrevivirá al final es mi palabra.

Aprendí el ingles para rimar y cantar mejor,
el francés para trabajar y amar, y el español,
me enseñó, que en la espera habita la esperanza.

He conocido el alemán, un idioma de escena.
Todos permiten el discurso y su replica ágil.
Felina. Por ondas o cromada por la imprenta.

A cualquier ocasión reivindico, escribiendo,
o con mi voz y manos bien situadas y alzadas,
la inmortalidad de este bello don del lenguaje.

Aun pérdido en la metropolis, no enmudeceré,
ni esconderé este milagro de la comunicación.
Lo exhibiriré bello, cual color de la primavera.


sábado, 9 de septiembre de 2017

Minuit á Bir-Hakeim (al borde del Sena)


Empieza el desfile cada amanecer
con los rastros de raso y seda,
las lentes de varias ópticas
y el deseo de un recuerdo.

Capturan la luz bajo los arcos
del Puente, entre sus pilares.
Objetivos emocionados,
atentos y bien abiertos.

Desde Tailandia hasta Australia,
llegan hasta los encuadres
donde se pliegan tiempo
y espacio cinemáticos.

Los timbres ciclistas o el girar
alegre de los radios jalona
el paso marcial del día.
inferior al del metro.

Entre las corrientes del romance
baja el horizonte, de la libertad,
hacia la torre y más allá,
llega hasta el alma.

Es la noche, ya entre flashes, la líbelula
de trescientos metros, con cuatro
pies despliega sus alas de luz.
Llega, por fin la hora mágica.

Alrededor de la medianoche. Música.
Bailan. Algunos descorchan botellas.
Se despojan así del maquillaje
de ciudadanos ordinarios.

Entonces, vuela el pensamiento.
Todo responde a corazonadas:
con una sístole de hierro,
y una diástole de agua.

Dando un paso adelante entre la brisa,
que no les despierta, sino que les
sume aún más en este borroso
sueño de cristal y artificio.

Retornan maravilladas las novias
cansadas, con sus pies descalzos
por las riberas, a sus hoteles,
a consumar su felicidad.

Y las cosas, de aquí en adelante,
reposan y parecen quedarse
en bucle, donde un desierto
tablero ya no grita alegría.

Los embarcaderos esperan ya
tranquilos al tránsito normal
de otros pies sentimentales.
Lejos ya de la medianoche.

martes, 5 de septiembre de 2017

Noviembre


No quiero volver a noviembre.
No busco mirar a noviembre.

A voluntades prisioneras,
que ocupen mi tiempo.
Al verano que no fue.
Al no verano. Verano no.

No busco volver a noviembre.
No quiero mirar a noviembre.

A responder que todo vale,
o lo arreglaré mañana.
Al llanto que nos iguala,
a la discusión que nos reduce.

No busco querer a noviembre.
No miro volver a noviembre.

A la escena desenfocada,
y el temor entre las multitudes.
Al carnaval permanente,
a la mascarada, al sinsentido.

No miro querer a noviembre.
No vuelvo a buscar a noviembre.

A la decepción, a la duda.
de recibir una llamada sin voz.
Al otro lado de la línea,
al otro lado de un muro.




Las montañas penitentes

 
Lac de Sils, un encuentro con
la magia de la gravedad.
 
Miré. una directa naturaleza
se enclavó, austera. Viva.
 
Una placa sin pedestal, sin
busto: escenario vacío.
 
Al fondo una sombra escarlata,
baño de maternidad y abismo.
 
En la proximidad del secreto,
mi adolescencia, jaula frágil.
 
A partir de ahí, solo la caída.
Nociva. Al taller de oleajes.
 
Y volver años después, cual
súbito destructor de cumbres.
 
Laocoonte moderno,
tan triste, tan arrepentido.
 
 
 
 
 
 
 

domingo, 30 de julio de 2017

Ónice



"Parce que moi je rêve,
moi je ne le suis pas..."

Tengo un doble exacto 
que escribe los domingos
de un verano a la caída de la tarde
en la terraza de un segundo piso,
rue Greuze, decimosexto distrito
en la ciudad de París.

En él habita su existencia
dupla, cual en un diorama,
disfrutando de su gozo vital,
algo desconocido en Madrid,
respirando entre orquídeas:
flores de aromas distintos.

Estudia un lenguaje nuevo, 
sentado a veces cuál esfinge.
En su doctrina tiene determinado 
no hallar disuasión a su escritura
y en ocasiones, fijar su norte
en una búsqueda amoral.

Pintan por las mañanas, 
sus ojos, difusos fotogramas. 
El cine le corre en las entrañas,
sublime con unas texturas
de terciopelo, no remisas.
Integradas de silencio.

Cuando me concentro, 
quedo a veces unido a él.
Sentimos juntos sed condensada
en nuestros paladares, y una 
mutua noción al despertar:
de sueño y de locura.