lunes, 5 de noviembre de 2012

Blanco. Noches Árticas (II): Identidad




Lleva a sus espaldas, gateando, un arcángel terreno,
de alas negras y sangrantes, recién cercenadas,
batida entre sus brazos una espada de oro,
clavado un puñal aplomado sobre su pecho.

Marca su estela sobre filos cortantes de piedra,
hemática, ósea, descubierta de tejidos, mientras
un agua turbia va corriéndole lenta por la cara,
agachada y sometida, besando el suelo que lo condena.

Delante hace huellas que no quiere borrar, 
el creador de esta compañía de guarda, que sostiene,
agarrado en su mano izquierda un meteoro adiamantado,
rendida al pecho, una vieja cruz de fe en su derecha.

Emana de la joya una luz penetrantemente rayada,
segmentadora, subyugante de la voluntad de ambos.
Agoniza el espíritu de grandeza que antes los habitaba,
igualándoles con un precio amargo a cualquier ser humano.

Y Dios al final de cada día que pasa, sí, los vuelve a mirar,
vislumbrando sus trazos sobre la nieve, sus desesperos....
Tristes y confusos, hijos que no saben aceptar su destino,
sin respuestas simples, a la caza de una identidad.


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